lunes, 5 de junio de 2023

PENÉLOPE Y SU DIOSA

 



Ulises por ahí: que si mucho lío, mucho curro, que si Troya, las sirenas, que si Polifemo.

A ver, Uli! que todos son excusas.

Penélope, Pé para los íntimos, estaba hasta el mismísimo moño de quitarse a pretendientes de encima, que los años pasaban, pero Pe estaba un rato buena.

El tema este de que estoy tejiendo un sudario, pero mira, Aurelio Augusto, es que soy una perfeccionista y por eso voy lenta, estaba empezando a no colar.

Pe estaba aburrida y le estaban empezando a salir telarañas en el coñete, además se le estaba quedando seco como una pasa.

Ya habían pasado 16 años y tres cuartos, Pe estaba tejiendo en el balcón, mirando con melancolía al mar.

Empezó a pensar en su Uli y su coñete pareció que tomaba vida. Pe conocía los secretos del placer y de la masturbación, los griegos, y las griegas, eran muy sabios, pero hasta las ganas de autocomplacerse se le habían ido. Pero ese día algo le ardía en el cuerpo, no sabía que era, cerró los ojos y se imagino a un Ulises, joven y hercúleo, igual que como había dejado Ítaca, salía mojado del agua, las gotas resbalaban entre sus músculos, Pe se metió la mano debajo de la túnica y empezó a estimular su clítoris hasta que un escandaloso y húmedo orgasmo se abrió paso entre sus finos dedos.

Pero quiso la casualidad que la diosa Atenea, Minerva para los romanos, en un minuto de ocio que le dejaba su ajetreada agenda se fijase en ella.

Atenea era una diosa multifunciones, solo de una mujer se podía esperar tal cantidad de competencias.

Una de los doce dioses olímpicos, era la diosa de la de la guerra, la civilización, la sabiduría, la razón, la inteligencia, la estrategia en combate, la victoria, las ciencias, la artesanía, la industria, los inventos, las artes, los oficios, la navegación, los héroes, la fuerza, el valor, la protección, la ciudad estado, la educación, la justicia, la ley y la habilidad.

Claro, con tantas ocupaciones era lógico que la peña pensase que era virgen, pero nada más lejos de la realidad. Los dioses macho en su infinita soberbia daban por hecho que era una frígida mojigata porque les había rechazado a todos, pero es que a Atenea le molaban las tías, las tías mortales para ser más precisas.

Atenea flipaba jugando con humanas, le gustaba someterlas y hacerlas perderse en un mundo de placer y dolor.

Atenea apareció delante de Pe justo en el momento en que ella orgasmeaba. Pe aluciflipó, la mismísima Diosa Atenea se presentaba ante ella vestida de guerrera, hermosa, intimidante, sexy. ¿sexy? Pero en qué estaba pensando, a Pe  no le gustaban las mujeres.

- Hola. Mi pequeña mortal.

- ¡Eh! ¿Hola, mi señora?

- Para tí, tú diosa, bueno, para el resto de los mortales, también.

- ¿A qué debo este placer, mi diosa?

- Hoy vas a ser mi juguete, espero que voluntariamente, aunque como soy una Diosa, me da absolutamente igual tu voluntad.

- Y, mi diosa, ¿en qué va a conseguir el juego?

- Es mejor que sea una sorpresa, pero, no te voy a engañar, mi preciosa Pé, te va a doler, pero vas a gozar como nunca lo has hecho en tu vida ni lo volverás a hacer, porque yo no repito los juguetes.

Sin darse cuenta cómo,  Pé estaba desnuda, colgada del techo por una cadenas invisibles y Atenea estaba delante de ella con un corpiño que se ajustaba a su cintura y dejaba sus pechos prácticamente al aire, con el pelo negro recogido en una cola alta y un látigo en su mano. Además los ojos oscuros de Atenea destilaban lujuria.

Penélope que en toda su vida se había visto atraída por una mujer ni por el dolor, se llenó de deseo de que su diosa descargase el látigo sobre su cuerpo, porque de algún modo presagiaba que el dolor sería el anticipo de un infinito placer.

Atenea se acercó a ella, le besó los labios con delicadeza, Penélope se perdió en ese beso en el que se hubiese quedado a vivir para siempre, de hecho intentó seguirlo cuando  Atenea se separó.

Salió de su ensoñación bruscamente cuando un tremendo dolor atravesó sus pezones, se los miró y unas  pinzas llenas de pinchos se los atenazaban y observó horrorizada como la sangre empezaba a brotar de ellos. No le dio tiempo a concentrarse en ese dolor porque Atenea le descargó un latigazo tras otro en su espalda y en sus muslos.  

Penélope lloraba e imploraba que parase, así que Atenea hizo aparecer una hermosa y cruel mordaza metálica en la boca de Pé que atrapaba su lengua y llenaba su boca impidiendo cualquier sonido más allá de un prácticamente inaudible gemido. - ¡Vaya! - pensó Atenea - esta mortal está realmente sexy sufriendo. Se acercó a ella y la penetró con el ancho mango del látigo, maravillada y excitada con las gotas de sangre del cuerpo de Pé que caían sobre su propia mano.

La mortal tuvo un orgasmo celestial, convulsionaba de tal forma que la diosa hasta se preocupó (¡A ver si se había pasao!). La mordaza desapareció de su boca y Atenea hizo que Pé lamiese su propia sangre de su mano y sus fluidos del mango del látigo. Penélope no lo dudó, lamió con avidez y con lascivia, mirando a la diosa con los ojos llenos de deseo.

Atenea hizo desaparecer las cadenas y la recogió en sus brazos fuertes y femeninos, la tumbó en la cama, le abrió las piernas y empezó a lamer su coño, Penélope se preguntaba cuantas lenguas tenía la diosa, ya que le estaba tocando todos los puntos erógenos a la vez, cuando Atenea intuyó que le iba a llegar el orgasmo, le arrancó las pinzas de sus pezones ensangrentados y Pé volvió a tener otro torrencial orgasmo. Estaba exhausta y dolorida pero Atenea no se iba a ir sin más, se sentó sobre  la boca de Pé, no tuvo que decirle nada, esta se puso de inmediato a darle placer, se ve que era innato en ella, porque lamía como si hubiese estado comiendo coños toda su vida, además, Atenea, cuando bajaba el ritmo le golpeaba sus castigados pechos y Pé recuperaba el ritmo enseguida, Atenea tuvo a la pobre Pé entre sus piernas durante 4 fluidos orgasmos, Penélope empezó a creer que se le iba a caer la lengua, entre la terrible mordaza y el arduo trabajo que le había dado, cuando Atenea le dio un descanso, la tenía tan hinchada que apenas se le entendía cuando farfulló: - Gracias, mi diosa -.

Atenea se acostó a su lado y le dijo que estaba muy complacida, mientras le arañaba las marcas que recorrían todo su cuerpo, Pé ronroneaba y se retorcía contenta entre los brazos de su diosa.

- Bueno, cachorrita, a lo mejor empiezo a repetir los juguetes.

Penélope la miró y sonrió, su cara estaba llena de lágrimas, babas y flujo vaginal, su pelo despeinado y revuelto, pero nunca se había sentido tan bella. Se recostó sobre los magníficos pechos de Atenea y se quedó dormida sintiendo la respiración de su diosa y pensando que a lo mejor no corría tanta prisa para que volviese Uli.

viernes, 14 de abril de 2023

 

LA VAQUITA

 

El mantener una D/s dentro del matrimonio ya era complicado, pero cuando ella se quedó embarazada, un embarazo buscado y deseado, todo tuvo que reconfigurarse. Al principio él la trataba como una inválida y eso a ella le cabreaba mucho, le dejó bien claro que estar preñada no era una enfermedad y que no era una princesa desvalida, nunca lo había sido, seguía siendo una zorra caliente y lasciva y se fue muy enfadada a currar.

Al mediodía cuando regresó a casa se encontró con que su marido-Amo ya le había hecho la comida y le había puesto un cuenco en el suelo con agua. Ella, feliz como una perdiz, enseguida se desnudó, se puso su collar y se arrodilló en el cojín que había delante del bol, una cosa no quitaba la otra y su tripita incipiente con su lentejita dentro necesitaba una mínima comodidad.

Él le explicó, mientras la alimentaba de su mano,  que iba a tener una nueva mascota, a la que iba a cuidar y mimar, ella estaba un poco confusa, aunque les gustaba jugar con más gente, no le parecía el mejor momento para meter a alguien en su relación, claro, a lo mejor es que le iba a regalar un perrito, pero con el curro de los dos y ahora el bebé, tampoco le parecía el mejor momento.

A él no le había pasado inadvertido que los pechos de su perrita estaban creciendo, siempre habían sido preciosos y suculentos, pero el embarazo había obrado milagros, ella ya no sería su perrita, sería su vaquita, la perrita lola daba paso a la vaquita lily. Se levantó, salió de la habitación y entró con un collar de piel del que colgaba un bonito cencerro con un nombre grabado, lily.

Ella no podía estar más feliz, el collar le encantaba y experimentar cosas nuevas en el BDSM le entusiasmaba. Su Amo también estaba encantado, la idea de su vaquita lily le ponía realmente duro, aunque sabía que tenían que ser delicado en el juego, su bienestar y el de lenteja eran lo primordial.

No había perdido el tiempo, en la habitación había una especie de sillón, muy cómodo y en el que lily encajaba perfectamente en un cómodo 4 patas, con un hueco para la barriga y que dejaba las tetas colgando pero tenía un cómodo reposa cabezas, más tarde le preguntaría de donde había sacado tal artilugio, con unas argollas donde podía atarle las manos y los pies, a ella le encantaba que la atasen, asegurándose que estuviese cómoda. También había unos succionadores de pezones, manuales, no querían hacerle daño y otro saca leches para cuando empezase a lactar, podían convertir el hecho de reservar la leche para lenteja en un juego divertido para ambos.

Tumbó a lily en el sillón, era confortable y cálido, la amarró y desde ese momento el coño tomó el control, empezó a aplaudir y llorar de felicidad, le puso los succionadores en los pezones y los presionó hasta la mitad, los pezones de lily se alargaban por los tubos y ella se retorcía de placer, empezó a comerle el coño llevándola al límite una y otra vez pero sin llegar al final, se puso en pie y le penetró la boca con la polla, cuando él estaba a punto de correrse salió de su boca y entró en su culo y los dos se corrieron a la vez. Le quitó los succionadores, y le lamió los pezones, lily se retorcía y el cencerro a veces tintineaba, increíblemente lily se corrió espontáneamente otra vez, sin ni siquiera tocarle, cuando acabaron ella estaba exhausta, él la tapó con una manta calentita, pero la dejó atada, sabía que a ella eso le gustaba, cuando se despertase la desataría y la mantendría segura entre sus brazos. No solo iba a disfrutar de su vaquita, también iba a cuidarla, ella siempre había sido su más preciado tesoro y ahora encima llevaba a su ternerita dentro, no podía esperar a que empezase a lactar.

jueves, 13 de abril de 2023

EL SUEÑO

 

El sueño pienso que lo desencadenó el collar de o, que me llegó ese día y me hizo mucha ilusión.

Mi Amo era literalmente mi Cousteau gallego en el sueño, porque era Cousteau pero con el aspecto de Amo, la voz de Amo y el carácter de Amo, es decir, era Amo pero se llamaba Cousteau y tenía un barco que se llamaba Calypso, obviamente.

El barco era todo transparente y se veían todos los bichis súper monos nadando a nuestro alrededor.

Y yo estaba arrodillada, desnuda sobre un cojín rojo en medio del barco, que ahora que lo pienso solo tenía la estructura de cubierta acristalada, ni camarotes, ni timón ni nada.

Y Amo Cousteau entraba, no sé de donde, se acercaba a mi y me ponía el collar, y una sensación de paz recorría todo mi ser.

Yo le suplicaba que me sometiese y me tomase, que no dejase un ápice de mi piel sin reclamar quería que todas las células de mi cuerpo sintiesen quien es su Dueño.

Amo me agarró del pelo, que en el sueño lo llevaba suelto, y me arrastró a una cama, que apareció de la nada, un sueño es un sueño.

La cama era una cama con dosel metálico bedesemero, con cadenas y argollas. Látigos, floggers, varas y todo tipo de utensilios que se le puedan ocurrir.

Me  mandó arrodillar en mitad de la cama y encadenó mis brazos a la parte de arriba del dosel, me puso una barra espaciadora en las rodillas para que estuviese abierta, y empezó a golpear a su cosa sin piedad por delante y por detrás, en mi cuerpo empezaban a aparecer rayas en todas las direcciones, yo me quejaba y me revolvía lo que las cadenas me permitían y Amo me preguntaba si quería parar o que sino dejase de quejarme, pero yo no quería parar pero tampoco podía dejar de quejarme, así que Amo me metió uno de sus calcetines en la boca y lo sujetó con cinta americana y siguió golpeándome hasta que ambos estábamos exhaustos, yo lloraba y moqueaba, el cuerpo me ardía, salvo la parte de las piernas que estaban apoyadas en la cama, incluso la planta de mis pies estaba toda golpeada, mi Cousteau gallego se había enfadado ese día porque me había puesto de pie sin su permiso, iba a tardar un tiempo en volver a desear caminar como una humana.

Amo, con la respiración acelerada del esfuerzo que había hecho marcándome, se arrodilló detrás de mi en la cama, agarro las anillas de mis/sus pezones, metió su increíble polla en mi culo, de golpe, sin piedad, el dolor arrancó un gemido ahogado por el calcetín que invadía mi boca, ya que no me había permitido dilatarme con el plug.

Amo empezó a embestirme como si llevásemos eones sin follar y cuando pensé que no iba a poder contener mis ganas de correrme, me ordenó que lo hiciese y…

Me desperté del orgasmo y mojada como si me hubiese meado, como si mi Dueño hubiese estado allí.

 

 

sábado, 22 de octubre de 2022

Fantasía de cuckquean

gata llegó a la dirección que su Amo le había dicho, la curiosidad podía con ella, no tenía ni idea de lo que iba a pasar y eso la excitaba de mala manera, en su fantasía tendría que hacer y aguantar lo que su Amo decidiese, quisiese o no. En la realidad tenía plena confianza en él, pero le molaba mantener en su cabeza esa fantasía de no elección.

Llamó al piso, subió y, como le habían dicho, la puerta estaba entreabierta. Entró, no vio a nadie en el pasillo ni escuchó ningún ruido, siguió las instrucciones que le habían dado, dejó la bolsa con los juguetes que le habían sido requeridos, se desnudó, salvo las bragas (que Amo le mandase llevar bragas nunca vaticinaba nada bueno) se puso el antifaz y esperó de pie, con los brazos cruzados a la espalda y las piernas abiertas.

Escuchó pasos por el pasillo, no eran los de Amo a no ser que se le hubiese dado por ponerse tacones.

Alguien que olía muy bien se paró a su lado y empezó a acariciar sus pechos y a arañarlos con lo que evidentemente eran unas manos y unas uñas femeninas.

Escuchó otros pasos, esta vez si eran los de su Amo.

  • Buenos días, puta
  • Buenos días, Amo
  • Hoy vas a saber lo que es una mujer de verdad, no una puta barata como tú.

La humillación recorrió el cuerpo de gata, pero también una excitación como nunca había sentido.

La mujer movida probablemente por una especie de solidaridad femenina besó a gata con pasión, hacía eones que gata no tenía una experiencia con otra mujer, coño empezó a animarse.

Su Amo cogió sus muñecas y se las ató a la espalda bruscamente, mientras, ella, suavemente le quitaba las bragas y le daba una pequeña lambetada en el clítoris (poli buena, poli malo)

La llevaron a una habitación y la sentaron en una silla, y empezaron a atarla a ella, rodeando sus tetas con cuerda, hasta que quedaron hinchadas, no tardarían en amoratarse, pusieron unas pinzas en sus pezones que siempre habían sido muy sensibles pero que desde que llevaba los piercings lo eran aún más, también pinzaron su coño, húmedo, deseoso de atención y empezaron a intercambiar, ella supuso que entre ambos, latigazos con el flogger y el látigo, a veces, su Amo, que ella sabía perfectamente que era el del flogger, conocía perfectamente sus golpes rotundos, cogía la vara, sabía que iba a estar llena de marcas.

Cuando el dolor le hizo quejarse, su Amo le metió las bragas en la boca y se las sujetó con cinta americana. 

Le quitaron el antifaz. Guau, Amo tenía razón, la mujer que le acompañaba le parecía  espectacular.

Ella sabía que llegado ese momento su aspecto debía ser horrible, sentada, con sus michelines golpeados, sudada, babada, con el rimmel corrido, nada comparable con esa preciosa mujer que besaba apasionadamente a su Amo en los descansos de golpearla.

gata ya estaba totalmente sumida en su mood sumiso. Solo pensaba que su Amo se merecía una mujer que le complaciese más que ella.

Su Dueño hizo una señal a la mujer para que parase, gata no tenía un cm de su cuerpo que no estuviese pegado a la silla sin marcas de golpes, moqueaba y lloraba y sus babas resbalaban por su dolorido escote.

Su Amo se agachó y le preguntó al oído si se encontraba bien, ella asintió, el la besó la mejilla. La conocía bien y sabía que había llegado a ese punto donde aguantaría lo que fuese, así que era él el que tenía que parar la tortura, menos mal que uno de los dos no era rubio, bueno la tortura física, porque ahora venía la gran prueba para gata.

Amo empezó a desnudar a la mujer, se besaban con pasión, ella también le desnudaba a él, se agachó, le sacó la polla y empezó a engullirla si el más mínimo síntoma de arcada, a gata eso ya no le estaba gustando tanto, por mucho que ella practicase siempre acababa en arcadas, él la tumbó en la cama y empezaron a follar con pasión pero sin dominancia, tan pronto dirigía él como ella, gata perdió la noción del tiempo en la que estuvieron follando ignorándola, hasta que su Amo penetrando a la mujer se corrió al mismo tiempo que ella, un orgasmo largo, acompasado y sin permisos por medio, los gemidos de ambos rasgaban más las carnes de gata que los cientos de golpes que había recibido.

Después de descansar un rato en la cama abrazados, aparentando que gata no existiese, la miraron, Amo se levantó con la tranquilidad que le caracterizaba, se acercó a ella le quitó la mordaza y le acercó la polla a la boca, pero no lo suficiente para que, atada como estaba, pudiese alcanzarla.

Le hizo una seña a la mujer, que se levantó y le puso el coño, esta vez sí a su alcance, delante de la cara.

La voz de su Amo la sacò del ensueño en el que se encontraba:

  • Límpiale bien zorra, porque eso es único que vas a catar de tu Amo hoy.

gata lamió con avidez el coño de la hermosa mujer que sabía a su Amo, con tanta avidez que la mujer se corrió en su boca, se agachó la besó y le dijo que había sido una gata muy buena y obediente, cogió su ropa y se fue.

Amo la desató, con cuidado y le preguntó como estaba, gata estaba agradecida, su Amo una vez más había hecho posible una de sus oscuras fantasías, ella siempre salía ganando, encima para recompensarla, hizo que se arrodillase y la metió la polla en la boca, no iba a darse un paseo al baño teniendo ahí a su bonito orinal, al final gata si que iba a catar algo de su Amo, ahí arrodillada, no desperdiciando una gota de lo que su Amo le ofrecía, dolorida, frustrada, usada, humillada, gata era feliz.

No se podía ser más poderosa sintiéndose tan insignificante.


miércoles, 9 de febrero de 2022

EL CHICO DE LAS PIZZAS

 

Ella salió de la ducha envuelta en una toalla, aún tenía la maleta en el salón.

Él se la quedó mirando, estaba preciosa recién duchada sin nada de maquillaje.

- Vengo a por mi ropa - le dijo ella con su sonrisa fresca y natural.

- No - dijo él - te queda bien mi toalla

Ella entornó los ojos como fastidiada, pero se sentó en el sofá a su lado y se acurrucò entre él con una sonrisa satisfecha. Al acoplarse le quedó un tentador culo para azotar, pero pensó que mejor darle un respiro.

La puerta de su casa se veía perfectamente desde el salón, así que cuando timbró el de la pizza le arrancó la toalla y le hizo ponerse a 4 patas con el culo hacia la puerta, ella obedeció sin titubear, y él la azotó con la mano hasta que este volvió a timbrar arriba. La piel de ella era delicada así que enseguida enrojecía, por lo tanto su culo ya estaba rojo, por no decir su cara que se estaba muriendo de vergüenza.

Cuando él abrió la puerta, el chico, no pudo evitar mirar hacia donde estaba la gata, además desde allí se veía la jaula que tenían en el salón.

- ¿Te gusta mi gata chico?-

- Mucho señor - dijo el chaval con los ojos saliéndose de las órbitas - si la de mi tía fuese así - añadió divertido - iría mucho más a visitarla.

- ¿Me puedes hacer un favor? - le dijo él - Es un animal descuidado y ha perdido su collar, podrías subirme uno de los chinos de abajo con un cascabel y una correa a juego, negros, el que a ti te parezca más bonito.

El chaval salivaba pensando en entrar en el juego y por suerte ese era su último pedido, Él le dio dinero para su encargo y le dijo - mientras tú me haces este favor, yo voy a seguir castigándole por haber perdido su collar.

Cogió las pizzas y las dejó sobre la mesa, preguntándose que Dios pagano del sadismo le había poseído porque su primera intención era que tomasen las pizzas tranquilamente. Rodeó a gata que seguía obediente a 4 patas, la besó, cogió la fusta y empezó a darle color a su culo hasta que volvió a timbrar el pizzero.

En ese momento el culo y la espalda de la gata eran un lienzo lleno de marcas de distintas intensidades y ella estaba apoyada sobre sus codos, con el cuerpo pegado al suelo para liberar tensión, lo que realzaba aún más su culazo.

Abrió al chaval que alucinó (¡Vaya dos piraos! Debió pensar)

La humillación recorría a la gata, todas sus células la movían a coger la toalla y cubrirse, pero su sumisión natural le hacía quedarse inmóvil.

A él le fluían las ideas sobre la marcha.

- ¿Quieres ponerle tú el collar chico?

- Si señor, claro

Se acercaron a ella, y con un toque de la fusta que ella entendió perfectamente, la indicó que se volviese a estirar. Ella estiró los brazos y el cuello, y el chico le puso un collar con pinchos, buena elección, con un cascabel en el medio y una correa que era toda una cadena menos al final que tenía cuero para agarrar.

- Buena elección - le dijo él.

Y el chaval hasta sonrió con orgullo.

Pero ahí no había acabado la humillación a la que iba a someterla, le dio las pinzas con cascabeles del pecho y le dijo que también se las pusiese, el chaval no se arredró, cogió las pinzas, estudió su funcionamiento, se agachó y no se cortó un pelo agarrando un pecho de la gata con una mano y poniéndole la pinza y repitiendo la misma operación con el otro.

- ¿Quieres escuchar como suenan? 

- Por supuesto señor

- Ya sabes zorra, haz que suenen.

Ella, que estaba roja como un tomate agitó los pechos para hacer sonar los cascabeles y el chico totalmente llevado por la escena la acarició la cabeza y el lomo como si de verdad se tratase de un animal y le dijo - buena chica -

Él le dijo al chaval que se quedase con la vuelta cuando este se la fue a dar sin quitar ojo de la gata y de la jaula que había en el salón, cogió la correa e hizo que ella les acompañase gateando hasta la puerta, ella lo hizo obediente y con evidente práctica. Antes de irse el chico la volvió a acariciarle la cabeza y le dijo a él que siempre que quisiese que le llevase él las pizzas preguntase por Andrés.

Volvió a llevar a su gata al salón, se agachó le quitó las pinzas la besó y le hizo una señal para que se sentase en el sofá, la tapó con la manta y la besó, con furia y posesión y con orgullo de como le había obedecido.

El resto de la tarde la pasaron como una pareja normal, salvo por el hecho de que ella estaba desnuda envuelta en una manta y con un collar y una correa colgando entre sus tetas. Bueno, nadie es perfecto.


miércoles, 8 de diciembre de 2021

Chinchetas

 

Una vez que llegaron a Madrid se dirigieron al hotel, bonito y céntrico, que además de la cama, tenía una mesa, unas sillas a un lado, y una mesita con un sofá doble al otro. Además tenía una columna en mitad de la habitación que a él le hizo poner a funcionar su lado cerebral de sádico, no acababan de cerrar la puerta y ya estaba desnudándote, esta vez ella protestó un poco, quería ducharse, arreglarse, pasear, pero sus protestas no le sirvieron de nada. En un abrir y cerrar de ojos ya estaba sentada en el suelo y atada a la columna. Sus manos atadas hacia atrás, sus tetas rodeadas de cuerda, lo que las hacía más tirantes y grandes, y a su vez sujetas a la columna lo que la inmovilizaba aún más, también le pasó un par de vueltas de cuerda por la boca para que estuviese calladita, le tocó el coño  para cerciorarse de  que estaba húmeda y excitada a pesar de sus protestas, le besó la frente y le dijo dulcemente:

-          Cariño tengo que ir a una ferretería – ella entornó los ojos y pensó que no sería a por más cuerda.

Le metió un consolador en el coño y cuando salió puso el cartel de no molestar por si las moscas.

Cuando volvió, comprobó que el consolador había salido disparado y que ella tenía mirada de pantera hambrienta, vació la mesa y volcó un bote de chinchetas por la mesa, la miró con cara de cachorrito y le dijo que era algo que siempre le había apetecido hacer, la desató todo menos las tetas y le hizo ir gateando hacia la mesa, le encantaba ver ese culazo, la levantó y le ayudó a subirse a una silla para que se pudiese sentar sobre ellas, ella lanzó una especie de gemido mezclado de dolor y placer, luego cogió un puñado y apretó su coño con ellas, algunas se clavaron, otras quedaron medio pegadas, fue a la maleta de ella y empezó  a subirle una braga por las piernas, cuando llegó al borde de la mesa la puso otra vez de pie en la silla cogió otro puñado de chinchetas y lo echó en las bragas y se las subió. Le dijo que se pusiese los vaqueros y la camiseta que llevaba, ella como siempre obedeció. El dolor era a la vez intenso y excitante, y se fueron a dar una vuelta por Madrid como dos turistas más, charlaban, se reían y ella a veces ronroneaba quejándose, se paraban en algún rincón a besarse y el la estrujaba el culo, no veía el momento de volver a casa y follárselo.

Durante la comida, el estar sentada sobre las chinchetas fue un tormento, pero no tenía intención de rendirse, era una sumisa tozuda. Ël se estaba convirtiendo en un depredador insaciable que se alimentaba de la entrega y del sufrimiento que le mostraba, cuando se lo dijo a ella, que le inspiraba cuotas de sadismo y dominación que hasta a él le sorprendían, ella le sonrió y le dijo al oído: mi Lobo hambriento.

Y el lobo agarró a su presa y se apresuró con ella al hotel, no iba a tardar un segundo más en devorarla, curiosamente en el restaurante, de estilo retro, sonaba Lobo hombre en París.

domingo, 28 de noviembre de 2021

MARCEL

 

Lucía estudiaba bilogía en la Universidad de Santiago de Compostela aunque ella lo que quería ser es cocinera, pero en su casa eso les parecía una idiotez. Era el año 1987 y había pocas escuelas de hostelería, por no decir ya estudios superiores. Así que se matriculó en biología pensando en especializarse en algo relacionado con la nutrición.

Cuando entró en un bar del Franco, típica calle de tapeo y vinos en Santiago de Compostela y vio a ese tío apoyado en la barra, le dio ganas de llamar a su madre para decirle que acababa de conocer a su yerno.

El francés medía 1,80, era moreno con unos ojos oscuros casi negros, una boca que invitaba a besar,  un cuerpo atlético y fuerte con unos brazos musculosos, pero realmente Marcel lo que trasmitía era seguridad, parecía que con solo mirarle ya podías confiar en él.

Lucía, con 18 años, era un regalo ambulante, 1,67 de estatura, morena, con unos intensos y expresivos ojos verdes, un cuerpo voluptuoso con generosas curvas y ningún complejo a la hora de mostrarlas y un estilo personal que no pasaba desapercibido, lo que quizás le hacía ser un poco engreída, pero la verdad es que si quería a alguien solo tenía que acercarse y sonreír.

Lucía se acercó a la barra, donde estaba el francés y le rozó sin querer, cuando Marcel, que así se llamaba, la miró, quedó prendado de ella. Marcel hablaba perfectamente español, tenía 25 años y estaba trabajando temporalmente en Santiago en una promoción que se estaba llevando a cabo del Camino de Santiago en Francia, él era arquitecto y tenía que documentar los monumentos más significativos desde Santiago a Roncesvalles, se podía decir que iba a desandar el camino.

Esa misma noche, Marcel y Lucía ya la pasaron juntos, en el piso de él. Aunque Lucía no era en absoluto virgen, estaba claro que Marcel le daba mil millones de vueltas en lo que respecta al sexo, no solo por su edad, sino también por su experiencia, y Marcel tenía unos gustos peculiares, de hecho por esa época aún se pensaba que eran un trastorno de conducta.

Cuando llegaron a su piso enredados en besos violentos y lascivos, Marcel se dio cuenta que Lucía respondía perfectamente a sus mordiscos y su fuerza así que empezó a pulsar pequeños botones.

La separó de él y le pidió que se desnudase, ella le miró y con esa mirada pícara que podía hacer derretirse un iceberg empezó a desnudarse seductoramente, sin dejar de mirarle hasta que se mostró ante él sin ningún pudor con ese cuerpo perfecto que con 18 años desafiaba las leyes de la gravedad orgulloso. Marcel se acercó y cuando ella fue a desabrocharle la camisa, él le agarró con sus enormes manos, le echó los brazos atrás y sujetó sus muñecas solo con una mano mientras que con la otra le cogía la cara y mientras se la acercaba le susurró: “El ritmo lo marco yo”

El sentido común de Lucía le decía que saliese corriendo, que probablemente este franchute sería un psicópata que iba a descuartizarla, pero su coño empezó a dar palmas y tomó posesión del cerebro, a partir de ese momento su coño iba a amotinarse muchas más veces.

Marcel le preguntó si confiaba en él y, obviamente, el coño mandó una orden directa al cerebro, y Lucía le dijo que sí. Hay que reconocer que tuvo la gran suerte de que Marcel no era un psicópata porque sino esta historia la habríamos acabado aquí.

Marcel, muy en plan película erótica de los 80, cogió una cordón azul que sustentaba el fruncido de las cortinas, cogió las muñecas de Lucía y se las ató detrás de su espalda, dejándolas apoyadas justo donde comenzaba la curva de su culo, tan apetitoso, invitando a ponerlo color cereza con unos buenos azotes, y así hizo Marcel, no pudo reprimirse, aún arriesgándose a que esto pudiese asustarle y la perdiese incluso antes de poseerla, porque Marcel tuvo claro desde el momento que le sonrió en el bar, que quería poseerla, pero de verdad, quería que fuese de su propiedad, no, quería que fuese su propiedad.

Marcel arrastró a Lucía y empezó a azotarle y a masturbarle ese coño que había tomado el mando, y ella se abrió como un torrente de perversión y empezó a correrse una y otra vez, hasta que a Marcel empezó a dolerle la mano y a Lucía empezaron a caerle las lágrimas, no sabía muy bien si de dolor, placer o puro agotamiento. Marcel le miró a los ojos, y no vio en ella miedo, percibió una lujuria, un vicio, un deseo que les invadió a ambos. Esa noche la folló de todas las maneras posibles, le mordió esos pezones desafiantes que pedían ser torturados, le amorató los pechos y le despertó puntos de placer que ella ni sabía que existían. Se corrió y llegó al orgasmo tantas veces que hasta creyó perder el conocimiento y pensó que nunca iba a poder sentir tanto placer, en eso se equivocó, porque Marcel despertó en ella instintos y gustos que la hicieron llegar al paraíso muchas veces en los dos años que duró su relación.

La ruptura de Marcel y Lucía no fue traumática, él no pudo alargar más sus estancia en España y ella aún tenía que acabar sus estudios, en esa época no había ni internet, ni video llamadas, así que una relación a distancia no era muy cómoda, además Marcel sabía en su interior que tenía que dejarla en libertad, que tenía que darle la oportunidad de experimentar como la había tenido él, sabía que nunca iba a tener una tesoro así en sus manos, quien sabe, a lo mejor, algún día volverían a encontrarse.