EL
CINE, EL PAYASO DIABÓLICO Y LAS BOLAS CHINAS
María se tenía por una mujer
valiente sin supersticiones ni miedos infundados y sobrenaturales, porque el
miedo que tenía a los payasos era totalmente racional. De pequeña la primera
vez que su padre la llevó al circo y que por desgracia no fue la última, se dio
perfecta cuenta que los payasos eran malignos.
Se pegaban los unos a los otros,
gritaban, tenían una nariz horrible y se tapaban la cara con un maquillaje
diabólico. Si ocultaban su rostro por algo sería.
Cuando vio la miniserie IT, en la
tele era muy jovencita y le dio un miedo atroz, vio las dos partes para ver el
final pero decidió no volver a ver nada relacionado con payasos, hasta el
muñeco del McDonald’s le parecía sospechoso.
Así que como es lógico Guillermo
no pudo dejar de aprovecharse de esta
debilidad de María. Su relación iba avanzando tanto en el sentido emocional, a
los dos les gustaba hacerse los duros, y en el sentido BDSM, a Guillermo le
encantaba como una mujer tan fuerte y segura de si misma como María, disfrutaba
de su lado sumiso cada vez más.
Así que se decidió a dar un paso
arriesgado. Le dijo que quería que fuese con él al cine a ver It, y, aunque
Guillermo había decidido mantenerse firme, cuando vio como palideció ella, casi
le hace dar marcha atrás.
María lo pensó seriamente, le
encantaba esos juegos de Amo/sumisa. Pero es que It…
ÉL le dijo que quería que hiciese
eso por él y ella aceptó. Pero por supuesto si ver una película de un payaso
diabólico ya no era suficiente tortura, a Guillermo se le habían ocurrido un
montón de maldades más.
El día que iban a ir al cine, él
llegó una hora antes a buscarla, le pidió que se desnudase y le hizo ponerse el
plug y las bolas chinas, el lote completo
Le había comprado un juego de
lencería que quería que se pusiese, el juego era precioso, de encaje verde y
negro, pero claro él le dio su toque, echo una cantidad generosa de chinchetas
en la copa del sujetador y le dijo que por cada grito que diese en el cine le
estrujaría una teta. María era de las que gritaban, reían o lloraban sin pudor
en el cine.
No habían llegado al coche y maría
ya iba mojada, excitada y con las tetas ardiendo. El primer estrujón de tetas
vino con el barquito de marras, mira que sabía que iba a aparecer el payaso,
pero no lo pudo evitar. Guillermo le estrujo la teta sin piedad y le metió la
mano entre las piernas, por suerte no había mucha gente en el cine, porque él
empezó a jugar con las bolas, y no pudo evitar al notar lo mojada que ella
estaba, dar un tirón de ellas y sacárselas, María ya no sabía ni de que iba la
película, dio un gemido que no sonaba mucho a terror. Guillermo le dio las
bolas chinas, empapadas en su propio placer y le dijo que se las metiese en la
boca, así le sería más fácil no gritar, ella le miró atónita y obedeció, le
costó un rato encajarlas en sus carrillos de modo que no le molestasen, pero
evidentemente se notaba que tenía algo en los mofletes, intentó escurrirse en
el asiento, pero otro estrujón en los pechos de Guillermo le dio una pista de
que no estaba permitido esconderse. Guillermo le dijo al oído que se quitase la
braga que él ya había dejado a media pierna, ella obedeció, y él se la dio a
oler, olía a sexo que tiraba para atrás. Él sonrió y le susurró: “Parece que no
estás pasándolo tan mal con el payaso”
Ella asintió y se limpió la baba
que empezaba a caerle por la barbilla a causa de tener las bolas en la boca,
Guillermo se las agarró y con la braga, madre mía la iba a estirar toda con lo
mona que era, se las puso detrás y se las ató para que no se pudiese limpiar.
María reconoce que el resto de la
película no le asustó mucho, más que nada porque no se enteró demasiado.
Entre pensar que la gente se
diese cuenta de su situación, y Guillermo que no paraba de meterle los dedos y
llevarla al límite, el plug que ya empezaba a molestarla o no, pero si a
notarlo, realmente la película hacía tiempo que había desaparecido de su mente.
Justo cuando acabó, Guillermo la
hizo levantarse, María se agobió un poco, este le puso la chaqueta sobre los
hombros, así no se vería que estaban atadas, y salieron de la sala antes de que
encendiesen las luces. Él lamió su cara para limpiar sus babas que ya caían
hasta el escote, y ella pensó que en ese momento su barbilla estaba
directamente conectada a su coño, porque este empezó a dar palmas.
Salió del cine con la cabeza baja
para que su melena le tapase la cara, Guillermo la ayudó a subir al coche,
porque obviamente no la desató y le puso el cinturón bien prieto para que fuese
consciente de las chinchetas.
Por suerte fueron directos a casa
de él, así ella no corría peligro de encontrarse a algún vecino o conocido.
Nada más cerrar la puerta,
Guillermo, que estaba más excitado que
ella si era posible, la ayudó a sacarse las bolas de la boca, la besó con
pasión y la arrodilló se sacó la polla y empezó a follarle la boca con pasión,
con rabia, con deseo, de esa forma que a ella le encantaba y le hacía sentirse
una Diosa deseada y en cierto modo poderosa ya que él se desenfrenaba y se
dejaba llevar por el deseo desenfrenado.
Cuando se corrió en su garganta y
ella se lo tragó todo con ese vicio que le volvía loco, la levantó, la tiró a
la cama y empezó a masturbarla con los dedos y la boca, hasta que recuperó su
propia erección, solo ella era capaz de excitarle así a pesar de su edad, la
dio la vuelta, le arrancó el plug sim piedad y empezó a follarle el culo,
diciéndole que se podía correr cuando quisiese. La capacidad de correrse con el
sexo anal era algo que a ella aún le llamaba la atención, si le hubiesen dicho
hace unos años que iba a llegar al orgasmo mientras le follaban el culo, sin
necesidad de tocarle el clítoris o la vagina, no se lo hubiese creído.
Se corrieron los dos, y él la
desató y le preparó la ducha. Estaba exhausta y deshidratada, se ducharon
juntos, pero sin sexo, solo con besos y abrazos y ella le dijo que ahora iban a
tener que dormir juntos unos días, porque iba a tener pesadilla con los payasos
diabólicos.
Porque si algo le gustaba a María
era dormir encajada en Guillermo, la barriguita de él encajaba justo con las
curvas de ella, y el culo de ella tocaba tentadoramente la polla de él, y él se
dormía estrujándole un pezón con sus dedos, los dos desnudos eran como las
piezas perfectas de un puzle.
A María no le había importado ver
una película de terror de un payaso, por amor se hacen muchas locuras, y
tenerle a él a su lado en la cama, lo compensaba todo