lunes, 5 de junio de 2023

PENÉLOPE Y SU DIOSA

 



Ulises por ahí: que si mucho lío, mucho curro, que si Troya, las sirenas, que si Polifemo.

A ver, Uli! que todos son excusas.

Penélope, Pé para los íntimos, estaba hasta el mismísimo moño de quitarse a pretendientes de encima, que los años pasaban, pero Pe estaba un rato buena.

El tema este de que estoy tejiendo un sudario, pero mira, Aurelio Augusto, es que soy una perfeccionista y por eso voy lenta, estaba empezando a no colar.

Pe estaba aburrida y le estaban empezando a salir telarañas en el coñete, además se le estaba quedando seco como una pasa.

Ya habían pasado 16 años y tres cuartos, Pe estaba tejiendo en el balcón, mirando con melancolía al mar.

Empezó a pensar en su Uli y su coñete pareció que tomaba vida. Pe conocía los secretos del placer y de la masturbación, los griegos, y las griegas, eran muy sabios, pero hasta las ganas de autocomplacerse se le habían ido. Pero ese día algo le ardía en el cuerpo, no sabía que era, cerró los ojos y se imagino a un Ulises, joven y hercúleo, igual que como había dejado Ítaca, salía mojado del agua, las gotas resbalaban entre sus músculos, Pe se metió la mano debajo de la túnica y empezó a estimular su clítoris hasta que un escandaloso y húmedo orgasmo se abrió paso entre sus finos dedos.

Pero quiso la casualidad que la diosa Atenea, Minerva para los romanos, en un minuto de ocio que le dejaba su ajetreada agenda se fijase en ella.

Atenea era una diosa multifunciones, solo de una mujer se podía esperar tal cantidad de competencias.

Una de los doce dioses olímpicos, era la diosa de la de la guerra, la civilización, la sabiduría, la razón, la inteligencia, la estrategia en combate, la victoria, las ciencias, la artesanía, la industria, los inventos, las artes, los oficios, la navegación, los héroes, la fuerza, el valor, la protección, la ciudad estado, la educación, la justicia, la ley y la habilidad.

Claro, con tantas ocupaciones era lógico que la peña pensase que era virgen, pero nada más lejos de la realidad. Los dioses macho en su infinita soberbia daban por hecho que era una frígida mojigata porque les había rechazado a todos, pero es que a Atenea le molaban las tías, las tías mortales para ser más precisas.

Atenea flipaba jugando con humanas, le gustaba someterlas y hacerlas perderse en un mundo de placer y dolor.

Atenea apareció delante de Pe justo en el momento en que ella orgasmeaba. Pe aluciflipó, la mismísima Diosa Atenea se presentaba ante ella vestida de guerrera, hermosa, intimidante, sexy. ¿sexy? Pero en qué estaba pensando, a Pe  no le gustaban las mujeres.

- Hola. Mi pequeña mortal.

- ¡Eh! ¿Hola, mi señora?

- Para tí, tú diosa, bueno, para el resto de los mortales, también.

- ¿A qué debo este placer, mi diosa?

- Hoy vas a ser mi juguete, espero que voluntariamente, aunque como soy una Diosa, me da absolutamente igual tu voluntad.

- Y, mi diosa, ¿en qué va a conseguir el juego?

- Es mejor que sea una sorpresa, pero, no te voy a engañar, mi preciosa Pé, te va a doler, pero vas a gozar como nunca lo has hecho en tu vida ni lo volverás a hacer, porque yo no repito los juguetes.

Sin darse cuenta cómo,  Pé estaba desnuda, colgada del techo por una cadenas invisibles y Atenea estaba delante de ella con un corpiño que se ajustaba a su cintura y dejaba sus pechos prácticamente al aire, con el pelo negro recogido en una cola alta y un látigo en su mano. Además los ojos oscuros de Atenea destilaban lujuria.

Penélope que en toda su vida se había visto atraída por una mujer ni por el dolor, se llenó de deseo de que su diosa descargase el látigo sobre su cuerpo, porque de algún modo presagiaba que el dolor sería el anticipo de un infinito placer.

Atenea se acercó a ella, le besó los labios con delicadeza, Penélope se perdió en ese beso en el que se hubiese quedado a vivir para siempre, de hecho intentó seguirlo cuando  Atenea se separó.

Salió de su ensoñación bruscamente cuando un tremendo dolor atravesó sus pezones, se los miró y unas  pinzas llenas de pinchos se los atenazaban y observó horrorizada como la sangre empezaba a brotar de ellos. No le dio tiempo a concentrarse en ese dolor porque Atenea le descargó un latigazo tras otro en su espalda y en sus muslos.  

Penélope lloraba e imploraba que parase, así que Atenea hizo aparecer una hermosa y cruel mordaza metálica en la boca de Pé que atrapaba su lengua y llenaba su boca impidiendo cualquier sonido más allá de un prácticamente inaudible gemido. - ¡Vaya! - pensó Atenea - esta mortal está realmente sexy sufriendo. Se acercó a ella y la penetró con el ancho mango del látigo, maravillada y excitada con las gotas de sangre del cuerpo de Pé que caían sobre su propia mano.

La mortal tuvo un orgasmo celestial, convulsionaba de tal forma que la diosa hasta se preocupó (¡A ver si se había pasao!). La mordaza desapareció de su boca y Atenea hizo que Pé lamiese su propia sangre de su mano y sus fluidos del mango del látigo. Penélope no lo dudó, lamió con avidez y con lascivia, mirando a la diosa con los ojos llenos de deseo.

Atenea hizo desaparecer las cadenas y la recogió en sus brazos fuertes y femeninos, la tumbó en la cama, le abrió las piernas y empezó a lamer su coño, Penélope se preguntaba cuantas lenguas tenía la diosa, ya que le estaba tocando todos los puntos erógenos a la vez, cuando Atenea intuyó que le iba a llegar el orgasmo, le arrancó las pinzas de sus pezones ensangrentados y Pé volvió a tener otro torrencial orgasmo. Estaba exhausta y dolorida pero Atenea no se iba a ir sin más, se sentó sobre  la boca de Pé, no tuvo que decirle nada, esta se puso de inmediato a darle placer, se ve que era innato en ella, porque lamía como si hubiese estado comiendo coños toda su vida, además, Atenea, cuando bajaba el ritmo le golpeaba sus castigados pechos y Pé recuperaba el ritmo enseguida, Atenea tuvo a la pobre Pé entre sus piernas durante 4 fluidos orgasmos, Penélope empezó a creer que se le iba a caer la lengua, entre la terrible mordaza y el arduo trabajo que le había dado, cuando Atenea le dio un descanso, la tenía tan hinchada que apenas se le entendía cuando farfulló: - Gracias, mi diosa -.

Atenea se acostó a su lado y le dijo que estaba muy complacida, mientras le arañaba las marcas que recorrían todo su cuerpo, Pé ronroneaba y se retorcía contenta entre los brazos de su diosa.

- Bueno, cachorrita, a lo mejor empiezo a repetir los juguetes.

Penélope la miró y sonrió, su cara estaba llena de lágrimas, babas y flujo vaginal, su pelo despeinado y revuelto, pero nunca se había sentido tan bella. Se recostó sobre los magníficos pechos de Atenea y se quedó dormida sintiendo la respiración de su diosa y pensando que a lo mejor no corría tanta prisa para que volviese Uli.

viernes, 14 de abril de 2023

 

LA VAQUITA

 

El mantener una D/s dentro del matrimonio ya era complicado, pero cuando ella se quedó embarazada, un embarazo buscado y deseado, todo tuvo que reconfigurarse. Al principio él la trataba como una inválida y eso a ella le cabreaba mucho, le dejó bien claro que estar preñada no era una enfermedad y que no era una princesa desvalida, nunca lo había sido, seguía siendo una zorra caliente y lasciva y se fue muy enfadada a currar.

Al mediodía cuando regresó a casa se encontró con que su marido-Amo ya le había hecho la comida y le había puesto un cuenco en el suelo con agua. Ella, feliz como una perdiz, enseguida se desnudó, se puso su collar y se arrodilló en el cojín que había delante del bol, una cosa no quitaba la otra y su tripita incipiente con su lentejita dentro necesitaba una mínima comodidad.

Él le explicó, mientras la alimentaba de su mano,  que iba a tener una nueva mascota, a la que iba a cuidar y mimar, ella estaba un poco confusa, aunque les gustaba jugar con más gente, no le parecía el mejor momento para meter a alguien en su relación, claro, a lo mejor es que le iba a regalar un perrito, pero con el curro de los dos y ahora el bebé, tampoco le parecía el mejor momento.

A él no le había pasado inadvertido que los pechos de su perrita estaban creciendo, siempre habían sido preciosos y suculentos, pero el embarazo había obrado milagros, ella ya no sería su perrita, sería su vaquita, la perrita lola daba paso a la vaquita lily. Se levantó, salió de la habitación y entró con un collar de piel del que colgaba un bonito cencerro con un nombre grabado, lily.

Ella no podía estar más feliz, el collar le encantaba y experimentar cosas nuevas en el BDSM le entusiasmaba. Su Amo también estaba encantado, la idea de su vaquita lily le ponía realmente duro, aunque sabía que tenían que ser delicado en el juego, su bienestar y el de lenteja eran lo primordial.

No había perdido el tiempo, en la habitación había una especie de sillón, muy cómodo y en el que lily encajaba perfectamente en un cómodo 4 patas, con un hueco para la barriga y que dejaba las tetas colgando pero tenía un cómodo reposa cabezas, más tarde le preguntaría de donde había sacado tal artilugio, con unas argollas donde podía atarle las manos y los pies, a ella le encantaba que la atasen, asegurándose que estuviese cómoda. También había unos succionadores de pezones, manuales, no querían hacerle daño y otro saca leches para cuando empezase a lactar, podían convertir el hecho de reservar la leche para lenteja en un juego divertido para ambos.

Tumbó a lily en el sillón, era confortable y cálido, la amarró y desde ese momento el coño tomó el control, empezó a aplaudir y llorar de felicidad, le puso los succionadores en los pezones y los presionó hasta la mitad, los pezones de lily se alargaban por los tubos y ella se retorcía de placer, empezó a comerle el coño llevándola al límite una y otra vez pero sin llegar al final, se puso en pie y le penetró la boca con la polla, cuando él estaba a punto de correrse salió de su boca y entró en su culo y los dos se corrieron a la vez. Le quitó los succionadores, y le lamió los pezones, lily se retorcía y el cencerro a veces tintineaba, increíblemente lily se corrió espontáneamente otra vez, sin ni siquiera tocarle, cuando acabaron ella estaba exhausta, él la tapó con una manta calentita, pero la dejó atada, sabía que a ella eso le gustaba, cuando se despertase la desataría y la mantendría segura entre sus brazos. No solo iba a disfrutar de su vaquita, también iba a cuidarla, ella siempre había sido su más preciado tesoro y ahora encima llevaba a su ternerita dentro, no podía esperar a que empezase a lactar.

jueves, 13 de abril de 2023

EL SUEÑO

 

El sueño pienso que lo desencadenó el collar de o, que me llegó ese día y me hizo mucha ilusión.

Mi Amo era literalmente mi Cousteau gallego en el sueño, porque era Cousteau pero con el aspecto de Amo, la voz de Amo y el carácter de Amo, es decir, era Amo pero se llamaba Cousteau y tenía un barco que se llamaba Calypso, obviamente.

El barco era todo transparente y se veían todos los bichis súper monos nadando a nuestro alrededor.

Y yo estaba arrodillada, desnuda sobre un cojín rojo en medio del barco, que ahora que lo pienso solo tenía la estructura de cubierta acristalada, ni camarotes, ni timón ni nada.

Y Amo Cousteau entraba, no sé de donde, se acercaba a mi y me ponía el collar, y una sensación de paz recorría todo mi ser.

Yo le suplicaba que me sometiese y me tomase, que no dejase un ápice de mi piel sin reclamar quería que todas las células de mi cuerpo sintiesen quien es su Dueño.

Amo me agarró del pelo, que en el sueño lo llevaba suelto, y me arrastró a una cama, que apareció de la nada, un sueño es un sueño.

La cama era una cama con dosel metálico bedesemero, con cadenas y argollas. Látigos, floggers, varas y todo tipo de utensilios que se le puedan ocurrir.

Me  mandó arrodillar en mitad de la cama y encadenó mis brazos a la parte de arriba del dosel, me puso una barra espaciadora en las rodillas para que estuviese abierta, y empezó a golpear a su cosa sin piedad por delante y por detrás, en mi cuerpo empezaban a aparecer rayas en todas las direcciones, yo me quejaba y me revolvía lo que las cadenas me permitían y Amo me preguntaba si quería parar o que sino dejase de quejarme, pero yo no quería parar pero tampoco podía dejar de quejarme, así que Amo me metió uno de sus calcetines en la boca y lo sujetó con cinta americana y siguió golpeándome hasta que ambos estábamos exhaustos, yo lloraba y moqueaba, el cuerpo me ardía, salvo la parte de las piernas que estaban apoyadas en la cama, incluso la planta de mis pies estaba toda golpeada, mi Cousteau gallego se había enfadado ese día porque me había puesto de pie sin su permiso, iba a tardar un tiempo en volver a desear caminar como una humana.

Amo, con la respiración acelerada del esfuerzo que había hecho marcándome, se arrodilló detrás de mi en la cama, agarro las anillas de mis/sus pezones, metió su increíble polla en mi culo, de golpe, sin piedad, el dolor arrancó un gemido ahogado por el calcetín que invadía mi boca, ya que no me había permitido dilatarme con el plug.

Amo empezó a embestirme como si llevásemos eones sin follar y cuando pensé que no iba a poder contener mis ganas de correrme, me ordenó que lo hiciese y…

Me desperté del orgasmo y mojada como si me hubiese meado, como si mi Dueño hubiese estado allí.