miércoles, 8 de diciembre de 2021

Chinchetas

 

Una vez que llegaron a Madrid se dirigieron al hotel, bonito y céntrico, que además de la cama, tenía una mesa, unas sillas a un lado, y una mesita con un sofá doble al otro. Además tenía una columna en mitad de la habitación que a él le hizo poner a funcionar su lado cerebral de sádico, no acababan de cerrar la puerta y ya estaba desnudándote, esta vez ella protestó un poco, quería ducharse, arreglarse, pasear, pero sus protestas no le sirvieron de nada. En un abrir y cerrar de ojos ya estaba sentada en el suelo y atada a la columna. Sus manos atadas hacia atrás, sus tetas rodeadas de cuerda, lo que las hacía más tirantes y grandes, y a su vez sujetas a la columna lo que la inmovilizaba aún más, también le pasó un par de vueltas de cuerda por la boca para que estuviese calladita, le tocó el coño  para cerciorarse de  que estaba húmeda y excitada a pesar de sus protestas, le besó la frente y le dijo dulcemente:

-          Cariño tengo que ir a una ferretería – ella entornó los ojos y pensó que no sería a por más cuerda.

Le metió un consolador en el coño y cuando salió puso el cartel de no molestar por si las moscas.

Cuando volvió, comprobó que el consolador había salido disparado y que ella tenía mirada de pantera hambrienta, vació la mesa y volcó un bote de chinchetas por la mesa, la miró con cara de cachorrito y le dijo que era algo que siempre le había apetecido hacer, la desató todo menos las tetas y le hizo ir gateando hacia la mesa, le encantaba ver ese culazo, la levantó y le ayudó a subirse a una silla para que se pudiese sentar sobre ellas, ella lanzó una especie de gemido mezclado de dolor y placer, luego cogió un puñado y apretó su coño con ellas, algunas se clavaron, otras quedaron medio pegadas, fue a la maleta de ella y empezó  a subirle una braga por las piernas, cuando llegó al borde de la mesa la puso otra vez de pie en la silla cogió otro puñado de chinchetas y lo echó en las bragas y se las subió. Le dijo que se pusiese los vaqueros y la camiseta que llevaba, ella como siempre obedeció. El dolor era a la vez intenso y excitante, y se fueron a dar una vuelta por Madrid como dos turistas más, charlaban, se reían y ella a veces ronroneaba quejándose, se paraban en algún rincón a besarse y el la estrujaba el culo, no veía el momento de volver a casa y follárselo.

Durante la comida, el estar sentada sobre las chinchetas fue un tormento, pero no tenía intención de rendirse, era una sumisa tozuda. Ël se estaba convirtiendo en un depredador insaciable que se alimentaba de la entrega y del sufrimiento que le mostraba, cuando se lo dijo a ella, que le inspiraba cuotas de sadismo y dominación que hasta a él le sorprendían, ella le sonrió y le dijo al oído: mi Lobo hambriento.

Y el lobo agarró a su presa y se apresuró con ella al hotel, no iba a tardar un segundo más en devorarla, curiosamente en el restaurante, de estilo retro, sonaba Lobo hombre en París.

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