MI PRIMERA EXPERIENCIA BDSM
Estos
días que estoy viviendo una plena y realmente satisfactoria experiencia BDSM con mi pareja, se
me ha venido a la memoria mi primera experiencia en este mundo. Y he querido que la primera entrada del blog sea una vivencia real mía.
Ahora llevo un diario de todas mis
experiencias, pero por esa época no llevaba diario, así que he decidido
intentar revivirla. Porque al fin y al cabo gracias a esa experiencia a los 18
años, estoy aquí ahora..
Con
18 años llevaba dos años con un novio 6 años mayor que yo, Víctor vamos a
llamarle, un hombre al que quería mucho pero que estaba empeñado en formalizar
nuestra relación, así que decidí que tenía que buscarme una carrera
universitaria que no hubiese en Coruña, para que a Víctor se le pasasen un poco
las ganas de boda. Esto me llevó a estudiar Ciencias Físicas en Santiago de
Compostela. Los estudios no me fueron nada bien, la carrera era un coñazo. Pero
los dos años que pasé allí me descubrieron un mundo que me enganchó por
completo. El día que conocí a, llamémosle Juan, en una cena de bienvenida de la
residencia mixta de estudiantes en la que me alojaba, decidí que lo quería, a
los postres ya tenía su lengua metida hasta la garganta, la verdad por esa
época sólo tenía que fijarme un objetivo, mi cuerpo y mis ojos se encargaban de
atraerlo. Cuando esa misma noche estábamos besándonos apasionadamente en un
callejón oscuro de la zona vieja de Santiago de Compostela, el llevó mis manos
a mi espalda, y me las sujetó con su enorme mano mientras me devoraba con su boca, yo me corrí allí mismo,
sin necesidad de que nadie tocase mi húmedo coño, eyaculé más de lo que solía, y me puse toda
colorada porque hasta mi llegó el olor de mi sexo. Cuando levanté los ojos
avergonzada y me encontré con los de Juan, vi en él la cara del triunfo. Esa noche,
de la mano de Juan, descubrí el BDSM al que en realidad nunca llamamos así, era
el año 1986 y el término no se acuñó hasta 1990. Esa noche Juan se convirtió en
mi Amo, aunque nunca le llamé así. Con el tiempo el me empezó a llamar Loba, me
encantaban los documentales de lobos, ese fue mi primer nombre de sumisa,
aunque nunca lo pensamos así realmente. Dejamos la residencia de estudiantes,
bueno no exactamente, simplemente apenas la pisábamos, y nos mudamos a un piso.
Mis padres ni se enteraron, mi padre estaba enfermo, y mi madre era una mujer
egoísta y nada cariñosa. Yo adoraba a mi padre, me dolía mucho mentirle, pero
sabía que nunca aceptaría que viviese con un hombre con sólo 18 años. Todo fue
muy rápido, tardé unos meses en decírselo a Víctor, la verdad es que lo quería
mucho y sabía que le iba a romper el corazón, Luis era un hombre dominante pero
muy comprensivo, así que no me presionó, pero tenía que contarle con pelos y
señales todos los encuentros sexuales que tenía con Víctor, nosotros siempre
habíamos tenido una vida sexual muy activa, así que los fines de semana que iba
a Coruña, siempre había sexo entre nosotros. Después de contárselo, Luis me
ataba en la cama y me golpeaba contundentemente con una especie de látigo con
muchas tiras de cuero, al que tampoco le teníamos nombre, y después me follaba
de todas las formas habidas y por haber, proporcionándome orgasmos que ni sabía
que podía tener, que nunca había sentido así antes y que cuando por
circunstancias que no vienen al caso detallar aquí, la relación con Juan se
acabó, nunca volví a tener hasta este momento.
Cuando
estábamos juntos, yo siempre acataba sus órdenes, me vestía como Él quería, Él
pedía por mí en los bares y restaurantes incluso delante de nuestros amigos,
era la época en el que en la tele echaban las pelis de Enmanuelle y la Historia
de O. Y como yo era muy kinky de siempre, mis amigos pensaban que era un juego
provocador.
Nuestra
relación la vivimos con la intensidad que se viven las cosas a esa edad. Me
acuerdo que me daba más “miedo” decirle a Él las notas que a mi padre, o llegar
borracha a casa si había salido sin Él. Pero entendedme, un miedo excitante que me encantaba.
Juan tenía 4 años más que yo, por motivos de trabajo su padre había tenido que ir a
Francia cuando tenía 16 años, allí, sin conocer a nadie ni el idioma, su padre
había pagado a un hijo de un compañero de trabajo 5 años o así mayor que él
para que le tutorizase, y lo hizo, pero no en las materias escolares. Le
descubrió un mundo nuevo y lujurioso que un crío de 16 años no pensaba ni que
pudiese existir. Así entró Juan en el BDSM.
Su
Tutor francés vino una vez a visitarnos, Juan me dijo que iba a dejar que me
usase, obviamente yo con ya 19 frívolos años solamente recé para que fuese
guapo.
No
era muy guapo la verdad, pero no era muy feo tampoco. Ese fue mi primer trío,
con él si que me dieron una verdadera sesión, todo un fin de semana, sometida a
los dos, rompiéndome y rehaciéndome una y otra vez, me debatí entre un sin fin
de sensaciones, he de reconocer que algunas de vergüenza y culpabilidad, porque
en el fondo tenía mis dudas de que fuese normal que me gustase que me usasen
así.
Vivíamos
nuestra historia en aislamiento, las feministas criticaban con fervor que en
las televisiones se emitiese una película que vejaba a la mujer como Historia
de O. A mis compañeros de Uni les horrorizaban y les escandalizaban, luego, eso
sí se partían el culo con alguna españolada del destape. Así que éramos unos
bichos raros, y yo ya siempre lo fui, y Él también claro. Pero hasta ahora no
había vivido mi sexualidad y mi verdadera personalidad tan libremente como en esa
época.
Los años pasaron, Juan siempre fue
un recuerdo imborrable y maravilloso en mi memoria, su Loba siempre estaba
latente en mi interior pero con el tiempo se fue haciendo más pequeña. Hasta
ser un minúsculo recuerdo en mi interior.
Cuando con 30 años decidí ser madre
soltera, he de reconocer que me olvidé totalmente de mis necesidades y me
centré en mi retoño. Tuve una relación vainilla no, merengue con sobredosis de
azúcar, un tipo estupendo y buenísimo, pero me di cuenta a tiempo de que
realmente no estaba buscando un novio, sino un padre, así que decidí pasar de
relaciones. Tenía algún ligue cuando necesitaba satisfacer mis calenturas y
entre ellos estuvo un inglés que conocí en Tenerife, que era algo kinky, pero
no bedesemero propiamente dicho.
Cuando
mi hijo alcanzó cierta edad empecé una relación que prometía mucho. Si el BDSM
buah, me gusta experimentar, bla, bla, bla... Fueron mis años oscuros, con mi
hijo creciendo, eso es traumático para una mamá gallina como yo, una
avitaminosis que mi médico no diagnosticaba, y una relación con un triste que
usaba el chantaje emocional cada vez que me quería librar de él.
Y entre esos negros pensamientos, me
vino a la memoria la loba desnuda y apoyada en las piernas de su dueño
completamente vestido, mientras veían una película, que el Tutor de Juan, nos
había recomendado ver “Historia de O”. Me vino a la memoria, como a los pocos
días, Juan llegó a casa con una cadena de eslabones gruesos de plata y una
silueta de una cabeza de lobo colgada, y por detrás gravado el nombre de Él, me
la puso y me dijo que nunca me la quitase.
Esos recuerdos vinieron a mi cabeza
y volví a humedecer mis bragas sin necesidad de ni siquiera tocarme. Fui
corriendo a buscar el colgante, que hacía años que no buscaba ni veía y grandes
lagrimones resbalaron por mi cara cuando no conseguí encontrarlo. Era infeliz y
me sentía culpable por serlo, porque tenía un hijo maravilloso, envidia de
todas mis amigas, era perfecto, mi mayor orgullo, y un trabajo bastante cómodo,
que no me daba mucho dinero pero sí muchas satisfacciones, y a los ojos de
fuera un novio que me idolatraba. Pero era infeliz, muy infeliz.
Pero nunca me había rendido, así que
decidí que ya era hora de tomar las riendas de mi vida.
Así que lo primero que hice fue
deshacerme del triste y lo segundo ir al herbolario. De allí salí con un
complejo vitamínico, al que en un futuro hasta me plantearía hacerle un
monumento.
Y decidí que era hora de retomar mi
vida y mi historia como a mi me gustaba. Este era mi momento. Y así volví al
mundo BDSM, tan incomprendido por algunos.
publicado en @SexoMandamiento
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